martes, 1 de diciembre de 2009

Una historia por contar.

Estuve mirando el charquito que dejé en la cama, no recuerdo bien qué pasó, estaba dormida y cuando desperté el charquito estaba ahí sin más, solito, como mirándome la cara, demostrando que existía, yo lo toqué y sentí lo viscoso que era, después me asomé despacio con los ojos y me vi con la cara toda desparramada, parecía un espejo que me salía de adentro, lo miré bien y empecé a dibujar mi cara con los dedos, quedó muy igual para ser tan temprano; ni siquiera mis papás se habían despertado. Yo me fui para el baño porque me estaba doliendo la panza, salí a la calle me puse las gafas y me subí el cuello del gabán, estaba de noche y seguro me perseguían; esta ciudad ya no es la misma de antes ya no se puede andar por el día porque te pescan, la noche se te hace un río, se tiene que ser el domador del río sino te lleva, te aplasta con la fuerza que también te abraza. Y está el alcalde que quiere acabar con todas las sombras que dejó para llegar a su puesto, quiere silenciar y ahí van 1000 millones en policía, ahí es que te agarran en la casa, sabiendo que el cuarto se va a encoger, te mueves hasta un extremo del sueño, respiras pausadamente como reteniendo el aire que sabes, cada vez, se va acabando más de prisa, corren las paredes a tu encuentro, no sufres de claustrofobia lo sabes, pero las paredes se quieren cerrar como tus párpados cansados, la habitación se encoge, las paredes casi se tocan las pestañas, tus labios están resecos, abiertos; solo en tu habitación cuadrada te sientes torcido, sabes que la habitación no se puede encoger por sí sola, necesita al menos de dos personas, lo sabes y sabes que no hay nadie, sabes que esperabas sin esperar a que las paredes por fin se dejen de mover un poco para tomar el libro con la otra mano, la novela está en la parte donde se debe cambiar la mano, las manos se van cansando, van pasando por la letras, mirando cada una, aprehendiéndolas. El señor de sombrero rojo no se da cuenta pero sus manos saben leer, leen en todas partes y siempre que el señor de sombrero rojo duerme las manos buscan en su biblioteca, alguna cosa de Quiroga, o de Carpentier y hasta Silvina Ocampo; son manos latinoamericanas por supuesto les ha tocado duro, mucha dictadura, mucha social-democracia, aunque ellas no son puños apoyan las causas perdidas, y a veces se exaltan al ver alguna noticia en un periódico, pero la mayoría de las veces sólo son manos que leen. El señor de sombrero rojo nunca escribe, o al menos no escribe nada que las manos quieran escribir, al sombrero lo que es del sombrero y a las manos todo lo otro, lo otro que se cierra, te apresa, la habitación habitada por un solo hombre, sabes que ese hombre eres tú, un hombre perdido en el laberinto de su sueño despierto, amenazado de vida, la eternidad del encierro, la habitación encogida se cierra como caminando por tu piel, hueles la pintura blanca muy de cerca, las paredes te van tragando, sabes que no es un sueño, sería muy fácil, ya se te acaba el aire, ahora sientes como tus costillas te abrazan el corazón y esperas, para salir de nuevo con un gabán distinto, hay que cuidarse de todos, el viejo bar el madero ya no es confiable, muchas ratas esperando salvarse te muerden, no más salsa para nadie, ya sólo quedan los cadáveres, yo estoy muerto, me mataron, soy sangre podrida que camina, soy alma con pedazos de carne. En la noche cuando duermen las palabras, camino entre los paredones negros de esta ciudad, que ya no es la misma, la mataron los políticos, se la comieron entera y después se la vomitaron en las bocas de todas las putas, se las comieron a ellas y después se fueron, dejando a todo el mundo preñado; de esa camada salí yo, yo, yo al que buscan, al que no encuentran, al que se murió después de matar al alcalde, al que la sangre se le escapa, después de salir del baño, volví a mi cama y el charquito rojo estaba ya seco y olía muy maluco, ya no me dolía la panza, pero tenía hambre, a esa hora siempre me da hambre, me agaché para salir de la habitación, caminé hasta la cocina y vi a mi papá acostado en el piso con una liniecita roja que le salía de atrás de la cabeza que decía: el muerto somos dos. Me miré las manos y ellas me estaban mirando, luego fui a despertar a mi mamá.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Viaje hasta el centro de una ciudad conocida:

¿Pasa por el centro?

—sí señorita.

Te sientas en la última silla. Sólo hay dos personas en el autobús: un señor de sombrero rojo y una chica de tu misma edad; miras el techo y por la ventana ves que el mundo cambia, se empieza a mover, sacas su libreta: de apuntes y escribes: Amo porque no sé. Levantas tus ojos y ves que la chica de tu misma edad te está mirando, apenada agachas tu cabeza y lees lo que acabas de escribir, haces un asterisco y debajo escribes: pensar es como soltar pájaros, regresas con tu mirada a la ventana y ves una valla con una modelo que está desnuda y vende una ron añejo, te das cuenta que es la chica de tu misma edad, ella te está mirando y cuando la miras se agacha como sosteniendo algo con las manos, tu haces lo mismo y te encierras en tu casa, la libreta, escribes: El viento me acompaña como una mirada que llora. Estás sofocada por el calor, ya no llueve, el centro todavía está lejos, los ojos y con ellos miradas se pasean por tu cara como aviones, te intimidan los ojos ajenos que te miran con una extraña familiaridad. Miras por el retrovisor de conductor y sólo ves los ojos de la chica de tu misma edad mirándote por el retrovisor; el señor de sombrero rojo se para, camina, toca el timbre, suena el freno a fondo, se abra la puerta, se escucha el viento, el señor de sombrero rojo desciende, se baja, se va, lo miras, parece un amaestrador de palomas, piensas mientras se aleja, el autobús retoma su marcha; recuerdas tus pájaros de la niñez y en lo jaulas que son ahora, te miras las manos y piensas en el tiempo, en lo que has esperado, sigues la línea la más gruesa, la del medio, hasta que te encuentras mirando a la chica de tu misma edad que se para y pasa a un asiento más cerca de el tuyo, te mira como si te reconociera pero se sienta y echa su mirada por la ventana. El calor te abraza como una sombra que se esconde en la epidermis, las líneas de tus manos sudan, hacen caudal para el río que crece de tus poros y se desliza hasta tu libreta que casi sin darte cuenta tiene una frase nueva: Porque el tiempo no es mi pasado ni mi futuro, el tiempo son las manos que están debajo de las manos. El conductor mira a través de uno de sus tantos espejos y te pasa una ligera mirada, el autobús está vacío, la chica de tu misma edad se para y se sienta a una silla de ti, te das cuenta que también ella tiene una libreta, y te mira, te mira reconociéndote como si fueras una valla de un ron añejo. Los espejos caminan entre las sombras, ven mejor en la oscuridad. Terminas la última página de tu libreta con esta frase. Todavía tienes calor, un olor viejo se levanta de las sillas hirvientes del autobús y te entra por los poros como explotándolos uno por uno, debe ser el calor el que te pone a pensar en esas cosas, tu lugar de destino está a una parada, es mejor que te bajes para que respires un poco el aire de colores del centro, piensas mientras te paras, tocas el timbre, suena la puerta de atrás abriéndose al otro lugar, al de la quietud, te bajas sin que aún el autobús pare completamente, tambaleas un poco y cuando subes tu mirada la chica de tu misma edad se sienta donde estabas, parece escribir algo, el autobús continúa, sigue, se va, se aleja, se pierde para poder llegar al centro de la ciudad.

Federico:


Debe ser como dormirse por la tarde y despertar desubicado, en otra tarde.

Los niños no sudan son muy buenos para sudar

Los niños lloran

Se esconden

Y abrazan runruneantes

Se enamoran de las mariposas

De las vecinas

De las cajas.

Los niños se mueren como los viejos

Los niños cantan

Saltan

Elevan cometas

Hasta debajo de la cama

Los niños duermen

Sueñan

Miran las estrellas

Sueñan las estrellas.

Los niños vuelan porque saben que están volando

Respiran, suspiran, muerden

se raspan,

Los niños son casas

grandes y chiquitas

Los niños son techos

y aguaceros.

Los niños son fantasmas blancos que salen de día

Son caracoles y lucecitas

Son hambre y cariño

Los niños viven

Juegan, se montan, se pierden

se van…

Suben y bajan en patines

En bicicletas, en nubes y en abrazos.

Los niños saben hablar, reír, sacar la lengua e irse corriendo

Los niños no saben qué es una esdrújula

No tienen grandes compañías

No estacionan, no van al banco

No tienen problemas con el tabaco,

No leen a Cioran, ni a Cammus, Menos a Nietzsche

Pero

Saben subirse a los árboles

Saben subirse a la luna.

Los niños son grandes como los tomates

Rojos como las jirafas

Los niños están en todas partes

En las casas

En los bosques

En los jardines

En los parques

En el Cielo.

Adiós.

martes, 27 de octubre de 2009

Charly Parker.

Corazón que se entrega a la música

corazón que sangra

se desliza por los trenes

y los trenes por el jazz

y el jazz por el humo

el humo por la piel

y la piel por las lágrimas

lágrimas de oro

dinero de mierda

mujer de amor

muerte de locura

locura de locura

demencia

ritmo

exhala

respira tu olor

respira su olor

saxo sexo seso

muerte de locura

la muerte te respira

la muerte te toca la música que escuchas

la música es la muerte disfrazada

la muerte te escucha la vida

el jazz esta muerto

canta y baila

vive y estalla y exhala

escupe y cierra los ojos

música

mística

mareo

palabras de muerto

palabra

cierra los ojos, mira la canción

música

mística

minúscula

palabra del silencio

palabra

abre los ojos, no me mires

la vida está en los ojos

de los gatos y las personas

los gatos son la muerte

y las personas,

viejo perseguidor

descansa de esto

mentira de esto

deja que la sangre corra por la música

y le de la vida a esta muerte

muere, muerte, muero

Mi mujer está encantada con la noticia.

martes, 18 de agosto de 2009

La pintura

Señor con el debido respeto que usted merece, déjeme decirle que es un gran hijo de puta. Está usted saliendo por la salida equivocada, ¿no está viendo que es una gran pintura? — pero por supuesto que veo la pintura, es más no la estoy viendo la estoy admirando y ya que me pregunta, ¿cómo sabe que estoy saliendo y no entrando?

—pues es muy fácil: por la medida de su pie derecho respecto a la medida de su talón izquierdo y del ángulo de su talón derecho hasta la pintura.

—pero usted está omitiendo que yo en algún momento fuera parte de la pintura y que mis zapatos fueran de acuarela seca y dura, perdone la rima pero usted entenderá.

—sí, tiene toda la razón, y no me molesta la rima, al contrario, pero ¿porqué está en esa posición? y perdóneme que le pregunte pero yo lo he visto en alguna parte.

—primero lo primero: no, yo no le conozco ni mucho menos usted me conoce a mí. Y así se observa mejor los detalles del lienzo, se le ven mejor los azules, Rubén Darío por los lados.

—parece un álbum santiagués así como está, pero suelte el paratexto para que yo le pueda seguir hablando.

—pero antes déjeme presentarme: soy Antonio Correa Guzmán.

Antonio levanta la mano que tiene en el piso y se apoya con el codo para alcanzar la mano de

—yo me llamo Antonio Correa Guzmán.

Antonio.

—ese nombre me suena mucho, yo tengo un conocido que toca las maracas.

—en mi familia todos son poetas que es como tocar maracas pero sin que suenen.

— ¿y porqué está parado viéndome ver la pintura?

—pues yo pasaba por aquí y al ver que usted estaba saliendo mal, pues me dije: hay que respetar las salidas para que todos salgamos tranquilos, y por eso le dije lo que le dije.

—es usted una persona culta, por eso no puede entender que lo que yo realmente estoy haciendo es entrando en la pintura, y no es entrar por entrar sino entrar como entra un niño en el nido de un gorrión, coge los huevecillos en su tiernas manos y despacio empieza apretar las manos para ver que tienen dentro, como un más allá, otro lado, pero que cuando se sabe lo que es huele mal y con agua y con jabón se vuelve a la inocencia.

—un mal símil por cierto, pero que tampoco le quita el atropello que le está haciendo a los conciudadanos que comparten con usted y yo este espacio.

—señor: y le ubico los dos puntos para decirle que yo no estoy saliendo hacia ninguna parte, estaba tratando de entrar como le dije, pero hay personas que atropellan a los conciudadanos que compartimos como usted y como yo este espacio.

Antonio puso la otra pierna detrás de la otra pierna, se corrió un poco hacia la derecha y empezó a mirar la pintura donde había un señor mirando a Antonio.

—sí ve, hasta la pintura le está reclamando a usted su posición respecto a entrar en la pintura.

—yo no creo en eso de la primera mirada es la que vale y además sigo incómodo con lo que usted está haciendo aquí, mejor voy a llamar a las autoridades competentes con el tema.

—pero entonces mientras llegan apostemos con estos dados que tengo.

—me parece.

—apostemos de palabra porque no traigo nada encima.

Antonio miró un momento arriba, como esperando que una respuesta le cayera en los ojos y dijo: bueno.

— ¿cuál palabra quiere apostar?

—una que no tenga tilde, pues siempre se me quedan un par por ahí colgadas y quiero apostar honestamente.

—sí, las tildes siempre complican las cosas.

—apostemos por ejemplo: por ejemplo.

—pero, esas son dos palabras, además desconfió de las palabras que no tienen a en ninguna parte.

Antonio miraba a Antonio con una mirada que busca una palabra para apostar y dijo:

—usted es un señor que tiene señas que respeta la autoridad, por esto le propongo la palabra palabra.

Antonio se mordió la lengua y parecía arrancarla, pero como una cola de lagartija volvía a renacer. Todo esto con la boca cerrada para que Antonio no se diera cuenta.

—No me parece una palabra adecuada para esperar —dijo Antonio— por esto mejor le propongo

Y dijo algo que no se entendió pues Antonio arrancó la tela de la pintura y se la metió en la boca de Antonio y con el zapato hacía palanca para que se metiera cada vez más hondo, Antonio tragó la pintura casi entera, sólo se veía un pedazo azul con un señor que miraba a Antonio irse despacio con el gran marco de la pintura debajo de la Axila.

viernes, 17 de julio de 2009

Sandrita

Su mamá salía a trabajar temprano y esta vez le tocaría cuidar a su hermano menor; ella le dio la bendición y un beso que le dejó el cachete rojo labial y se despidió. El reloj decía que eran las 9:13 am pero ella todavía no sabía leerlo, apagó el televisor y caminó hasta la cuna de su hermano que estaba llorando, lo cargó y con unos golpecitos en su espalda se calmó casi hasta sonreír. Luego volvió a acender el televisor y se sentó con su hermano como si fueran uno solo.

El reloj sonó al medio día pero ella sí lo sabía y además sabía que era hora de hacer de comer, se paró y fue a la cocina, se puso un par de chanclas para no electrocutarse con el fogón, sentó a su hermano a un lado y empezó primero a echar el agua para hacer el arroz, al mismo tiempo que le calentaba un pequeño tetero. Empezó a cortar los tomates pero su hermano empezó a llorar de nuevo, lo cargó lentamente para arrullarlo.

Cuando cesó lo puso de nuevo recostado donde estaba hace un momento pero vio que tenía una mancha roja en un costado, primero pensó en los tomates que había cortado pero vio que estaban del lado contrario, luego empezó a buscar el cuchillo y no lo encontró, miró adentro del lavaplatos pero sólo estaban las papas y las zanahorias, se agachó y miró debajo del poyo y no lo encontró, al pararse sintió un dolor en el costado y se dijo que sólo era el hambre; desesperada tocó a su hermano donde tenía la mancha rojiza y temblando se pasó la mano por su nariz como un perro en una casa nueva, sintió un olor penetrante casi oscuro, después probó con la punta de su lengua y se aseguró que no era el sabor de los tomates. No era un sabor que conocía y sabía bien que los tomates no estaban podridos porque su mamá los había dejado con cuidado al lado del cuchillo que ahora no encontraba y si no aparecía su mamá se iba a enojar y no la dejaría ver más televisión.

Cogió a su hermano para buscar entre la manta en la que estaba envuelto, pero no encontró más que el parche rojo. En ese momento quedó paralizada y con los ojos abiertos como una luna llena. Temblando cada vez más pensaba en las películas que había visto, en que los cuchillos se le meten a la gente y la gente queda tirada pero su mamá le decía que eso era de mentiras, que ya estaba tarde y era hora de dormir; y su hermano ya no lloraba, estaba como dormido y con la mancha que era del mismo color que en las películas, pero si mamá me dijo que…

Salió corriendo de su casa dejando sus chanclas botadas en la entrada y así descalza una cuadra más adelante cayó tendida en la acera con un cuchillo enterrado en el costado.

sábado, 4 de julio de 2009

Carreta

bananooooooo, peraaaaaa, mandarinaaaaaa, aguacateeeeeeeeeeeeeeeeeeeee.

Pero sabés que, vos deberías empezar ya con la carreta, es que en este carrito no te va a caber nada, sí sí, no es que si es mejor que este carrito que vos tenés, no ve que no le cabe nada, ah sí, es que sí es más cómodo pero… pero… pero no ve que no es que le cabe nada. ¿Vos ya acabás ahora y se va hay mismo pa la casa?, pero piénselo bien mire que, bananooooooo, peraaaaaa, mandarinaaaaaa, aguacateeeeeeeeeeeeeeeeeeeee. Es mejor y seguro le va mejor, y mire que ya tiene la ruta le falta es como la indumentaria pa que meta la fruta. Vea que no esino que se lo consiga y eso es un machete, bananooooooo, peraaaaaa, mandarinaaaaaa, aguacateeeeeeeeeeeeeeeeeeeee. Es que uno se necesita espandir, eso es el progreso ¿usted ha oído eso de la globalización? no, no yo ya no volví por allá, es que no me iba tan bien además que me tocaba subir mucho y no me rendía el día, a cambio por acá si me va de lo más de bonito, ¿y a vos? ¿y si siguió comprando allá? no pues no me la he visto pero, bananooooooo, peraaaaaa, mandarinaaaaaa, aguacateeeeeeeeeeeeeeeeeeeee. Eso es lo bueno de ir por la mañana, le tocan a uno las frutas lo más buenas; no ya no volví a vender manzana, no ve pues como está de cara, ya no le sale a uno ni pa, bananooooooo, peraaaaaa, mandarinaaaaaa, aguacateeeeeeeeeeeeeeeeeeeee. Es que eso lo tienen proyectado para el futuro, entapizar el río todo, sí todo en ese baldosín de piscina pa que quede de una vez limpio y azul azul y la gente se pueda meter tranquila. El problema es que eso se lo roban todo esos políticos, no ve que dieron pa ese río como 2 mil millones de dólares y vea ese río, vea que a uno le cuentan que se metía la gente que hasta bananooooooo, peraaaaaa, mandarinaaaaaa, aguacateeeeeeeeeeeeeeeeeeeee. No yo si de eso no volví a saber nada, yo sé que le operaron la hija como hace 1 mes pero ya, es que estaba como muy enfermita y eso del sisben no le salió, entonces le tocó poner tutela y después como que le tocó bananooooooo, peraaaaaa, mandarinaaaaaa, aguacateeeeeeeeeeeeeeeeeeeee. sí, uff es que así son las mujeres diahora, son como una casa de dos pisos que uno todo lo que haga arriba se siente abajo, jee, si es que eso es que ya hay mucha química en el ambiente, antes no, antes las muchachas eran bananooooooo, peraaaaaa, mandarinaaaaaa, aguacateeeeeeeeeeeeeeeeeeeee, a no hágale, bueno hay seguimos hablando pues, si no. ya el lunes descanso y el martes entonces nos vemos, sí, yo le averiguo, no se le olvide bananooooooo, peraaaaaa, mandarinaaaaaa, aguacateeeeeeeeeeeeeeeeeeeee. pa que se haga a la carreta y empiece hay si de verdad a bananooooooo, peraaaaaa, mandarinaaaaaa, aguacateeeeeeeeeeeeeeeeeeeee.

sábado, 20 de junio de 2009

Un loco es un muerto enamorado.

Lo único eterno es volver

Se sienta a la sombra del mango, descansa de cortar el pasto con su machete y sus manos, saca de su bolsillo un pequeño libro verde (algo oxidado y con los bordes de orejas renegridas llenas de tierra) ; respira hondo el olor del prado recién cortado y se hunde como clavando un tornillo con sus ojos en la lectura.

Pasa las hojas ocres con sus manos cuadradas y toscas hasta llegar donde tiene una hoja larga de pomo que le sirve de separador y señala con su dedo curtido una línea subrayada que dice: “lo único eterno es volver”, se detiene un rato no muy largo en los tubos de luz que deja pasar el mango entre sus hojas y deja agachar su cabeza con la marca del sombrero en las cienes mojadas por el sudor, vuelve a leer: lo único eterno es volver; exhala un aire pesado y caliente como soltando la tarde por la boca, sin pasar de la línea del libro sigue meciéndose entre las palabras, pasando los ojos por cada letra por cada espacio, sin avanzar de la frase que lo tiene atrapado, como encerrado de volver a: lo único eterno es volver; lo único eterno es volver; lo único eterno es volver; está como en un círculo, piensa en como la tierra le gira y le gira repitiendo año tras año su lento movimiento redondo y volver a empezar; lo único eterno es volver; está atrapado en un juego de espejos y de recuerdos, pero por qué atrapado si es sólo un atado de palabras, un libro simplemente verde, un árbol sólo de mangos, pero por qué: lo único eterno es volver; además por qué no es capaz de continuar con otra línea del libro, 5 palabras que lo tienen alcanzado, sujetado; ya no puede dejar de mirar: lo único eterno es volver, no sabe si es la frase o él, o peor, los dos; no pasa de la línea, como si las palabras lo mordieran y se quedaran pegadas de su mirada, ya no es posible mirar el mango, ni su machete, ni siquiera ve sus manos, ya son las 5 palabras: lo único eterno es volver, y empieza de nuevo su recorrido por la ele y termina sabiendo que nunca va a terminar en la ere, pero qué es: lo único eterno es volver, porqué, si es sólo mover los ojos y seguir a otra frase que diga: lo único eterno es volver, no, imposible, no hay más palabras; se siente mareado, con la nausea del hastío, no sabe cuanto tiempo ha estado leyendo sin avanzar de lo único eterno es volver y lo único eterno es volver; se siente como con esa cancioncita que se aferra de la mente y uno a sacarla pero nunca porque lo único eterno es volver; grita, sí, un grito que no se oye, porque no se está gritando, se está leyendo: lo único eterno es volver, está desesperado, arde por dentro y se retuerce, tiembla como un perro en un puente pero ni lo piensa porque lo único eterno es volver, jadea fuerte, pero ni se oye él mismo, vuelve a gritar, pero se lee lo único eterno es volver en todo el cuerpo, en todo, en todos, está encerrado, lo sabe, como a muchos cuando están leyendo.

lunes, 6 de abril de 2009

Tere y sus (can)arios

Sí, es que boni se pone ya muy contento cuando lo ve a usted, vea como le brincó ahora, y él antes no le brincaba nada y a su papá también, mire que antes ni lo voltiaba a ver. Es que él ya es muy apegado a mí, cuando la gente me pregunta que si ese es mi bebé yo les digo que sí que ese es mi bebé, es que yo lo trato como si fuera un bebé mimado, es que él es el bebé de la casa, el bebé de tere.

Mire que cuando ustedes se iban y boni se quedaba solo siempre se quedaba llorando toda el santo día mijo, entonces yo iba y me asomaba por una ventana y lo llamaba, y él feliz se dejaba sacar por la ventana y yo me lo llevaba pa la casa y así se fue quedando.

 

Sí, acá siempre han tenido perros, a mi mamá le regalaron a coronel que lo trajeron de estados unidos. Primero era de Consuelo y se lo regalaron después a doña Carmenjulia pero ella no se lo aguantó, je es que coro era muy cansón, entonces se lo devolvió a Consuelo y mi mamá un día fue y le dijeron que si se lo quería llevar y ella encantada, se vino con ese perrito toda contenta pa la casa pero a mí me tocaba cuidárselos, a coro y a chiquitín que era como de este tamaño y de color no como café sino como blanco café con leche, a es que a usted le tocó conocer a chiquitín pero que pecao como se murió… sí, es que a mí me va a dar mucha tristeza cuando boni se muera, como cuando coro que allá en el solar todo triste y yo acá haciendo arepas empezó a botar sangre por la boca, ay! pero allá está, yo le hice un hueco así de este tamaño pa enterralo como a los otros. ¿Usted no conoció a Morgan no cierto? sí ese sí que era grande, ese se lo regalaron a mi papá y lo quería más, pero un día se nos voló y lo vinimos a encontrar en una finca por allá abajo, pero el señor que lo cuidaba no nos lo quiso devolver entonces allá se quedó el Morgan. Y también uno que se llamaba Guardián que ese era más bonito pero el mellizo siempre se lo quería robar. Ese perro era de uno de esos ¿cómo es que se llaman? bueno de esos arrugados, no ve que hasta Leonel se limpiaba la comida con las orejas de Guardián y decía que es que se limpiaba muy bueno, pero vea lo que es la vida ninguno de los dos está ya.

Y los canarios también, a mí siempre me han gustado los pájaros vea que por acá me preguntan que si se los puedo vender o cambiar y yo les digo que no, que los canarios no los vendo ni los cambio. Es que a mí si me gusta como cantan esos berracos, y hay uno que canta toda la tarde y no para. Yo los quiero mucho, ah y usted ha visto los que vienen aquí a comer al solar, viene uno lo más de lindo que es como uno de esos garrapateros pero de colores, así con la cola larga larga, y a veces viene un turpial con esa coronita toda amarilla y es lo más de vivo, llega y empieza a espantar a todos los otros pa quitarles todo el alpiste que se le riega a mis pájaros. Hay y ese mellizo le tiene como unas ganas al que canta todo el día, no ve que a veces cuando venía por las arepas me decía que se lo dejara ver, que si el pájaro tiene cría que hay mismo le dijera, que si no estaba aburrida con ese pájaro cantando todo el santo día. Que pájaro más hermoso. Pero bueno hay le seguimos dando, al menos ya no me toca madrugar tanto, ya me puedo levantar a las 6, no ve que ya no estoy cuidando casi muchachitos y ya sólo hago las arepas de Luz y pa su mamá que a veces lleva.

Sí, es que esas arepas me tenían mamada. Pero bueno hay tengo a  ninfa y a boni que es mi hijo y a los pájaros.

 —Yo digo que tenés en tus manos el mundo, la masa, tus perros, la humildad, los días, el dormirse a las 9 para levantarse a las 3, los chinches, la esencia sin saber, la simpleza de tomarse un tinto y sonreír, las arepas, los animales, la vida…— (eso no te lo dije, eso te lo abrasé).

lunes, 16 de marzo de 2009

Pasos

De noche, muy de noche.

Despacio, muy despacio

Se alcanzan a oír por entre las calles.

Húmedos, negros y largos

Pasos.

Parecen alejarse

Pero cada vez se escuchan más cerca.

Pasan por encima de los charcos

Y se escuchan debajo de la tierra.

Parecen caminar por las paredes

Y los patios.

Retumban en los gatos de porcelana

Y se mezclan con las sombras.

Parece que arrastran un eco ahogado

Por los años y la amargura

De una vida solitaria.

El rumor es que mató a su esposa

El amor fue el que lo ató a ella

Los culpables están dormidos

Escuchando en sus sueños

Unos pasos negros, húmedos y largos.