martes, 18 de agosto de 2009

La pintura

Señor con el debido respeto que usted merece, déjeme decirle que es un gran hijo de puta. Está usted saliendo por la salida equivocada, ¿no está viendo que es una gran pintura? — pero por supuesto que veo la pintura, es más no la estoy viendo la estoy admirando y ya que me pregunta, ¿cómo sabe que estoy saliendo y no entrando?

—pues es muy fácil: por la medida de su pie derecho respecto a la medida de su talón izquierdo y del ángulo de su talón derecho hasta la pintura.

—pero usted está omitiendo que yo en algún momento fuera parte de la pintura y que mis zapatos fueran de acuarela seca y dura, perdone la rima pero usted entenderá.

—sí, tiene toda la razón, y no me molesta la rima, al contrario, pero ¿porqué está en esa posición? y perdóneme que le pregunte pero yo lo he visto en alguna parte.

—primero lo primero: no, yo no le conozco ni mucho menos usted me conoce a mí. Y así se observa mejor los detalles del lienzo, se le ven mejor los azules, Rubén Darío por los lados.

—parece un álbum santiagués así como está, pero suelte el paratexto para que yo le pueda seguir hablando.

—pero antes déjeme presentarme: soy Antonio Correa Guzmán.

Antonio levanta la mano que tiene en el piso y se apoya con el codo para alcanzar la mano de

—yo me llamo Antonio Correa Guzmán.

Antonio.

—ese nombre me suena mucho, yo tengo un conocido que toca las maracas.

—en mi familia todos son poetas que es como tocar maracas pero sin que suenen.

— ¿y porqué está parado viéndome ver la pintura?

—pues yo pasaba por aquí y al ver que usted estaba saliendo mal, pues me dije: hay que respetar las salidas para que todos salgamos tranquilos, y por eso le dije lo que le dije.

—es usted una persona culta, por eso no puede entender que lo que yo realmente estoy haciendo es entrando en la pintura, y no es entrar por entrar sino entrar como entra un niño en el nido de un gorrión, coge los huevecillos en su tiernas manos y despacio empieza apretar las manos para ver que tienen dentro, como un más allá, otro lado, pero que cuando se sabe lo que es huele mal y con agua y con jabón se vuelve a la inocencia.

—un mal símil por cierto, pero que tampoco le quita el atropello que le está haciendo a los conciudadanos que comparten con usted y yo este espacio.

—señor: y le ubico los dos puntos para decirle que yo no estoy saliendo hacia ninguna parte, estaba tratando de entrar como le dije, pero hay personas que atropellan a los conciudadanos que compartimos como usted y como yo este espacio.

Antonio puso la otra pierna detrás de la otra pierna, se corrió un poco hacia la derecha y empezó a mirar la pintura donde había un señor mirando a Antonio.

—sí ve, hasta la pintura le está reclamando a usted su posición respecto a entrar en la pintura.

—yo no creo en eso de la primera mirada es la que vale y además sigo incómodo con lo que usted está haciendo aquí, mejor voy a llamar a las autoridades competentes con el tema.

—pero entonces mientras llegan apostemos con estos dados que tengo.

—me parece.

—apostemos de palabra porque no traigo nada encima.

Antonio miró un momento arriba, como esperando que una respuesta le cayera en los ojos y dijo: bueno.

— ¿cuál palabra quiere apostar?

—una que no tenga tilde, pues siempre se me quedan un par por ahí colgadas y quiero apostar honestamente.

—sí, las tildes siempre complican las cosas.

—apostemos por ejemplo: por ejemplo.

—pero, esas son dos palabras, además desconfió de las palabras que no tienen a en ninguna parte.

Antonio miraba a Antonio con una mirada que busca una palabra para apostar y dijo:

—usted es un señor que tiene señas que respeta la autoridad, por esto le propongo la palabra palabra.

Antonio se mordió la lengua y parecía arrancarla, pero como una cola de lagartija volvía a renacer. Todo esto con la boca cerrada para que Antonio no se diera cuenta.

—No me parece una palabra adecuada para esperar —dijo Antonio— por esto mejor le propongo

Y dijo algo que no se entendió pues Antonio arrancó la tela de la pintura y se la metió en la boca de Antonio y con el zapato hacía palanca para que se metiera cada vez más hondo, Antonio tragó la pintura casi entera, sólo se veía un pedazo azul con un señor que miraba a Antonio irse despacio con el gran marco de la pintura debajo de la Axila.