lunes, 20 de octubre de 2008

SOMBRA.

Él escapaba, él corría, él se escondía. Él caminaba por la ciudad buscando en qué entretener sus ojos, pensaba en encontrar, no lo que había perdido, sólo quería jugar a la abducción con sus sentidos, entretenerlos en una metafísica cualquiera, en una alucinación de esa tan mencionada realidad, buscaba en sus parpadeos para apoderarse con sus ojos de aquel tesoro desconocido.

Y mirando, viendo y observando nada encontró, pues toda la ciudad se hizo un paisaje monocromático, con la cabeza miró hacia su sombra, se preguntaba cosas que sólo la tristeza ha escuchado y que sólo un hombre solo sabe a que sabe.

Él caminaba cerca del parque cuando un olor a fresa madura despejó su mente y levando su cabeza para ver el origen de tanta delicia, nada encontró, escuchó unos pasos que giraban en la esquina de la calle principal, corrió dejándose guiar por su olfato pero de nuevo otra esquina, el aroma cada vez más se diluía en el ambiente de los enormes árboles del centro que no dejan asomar el sol. Pero sin importarle nada seguía corriendo para encontrar, para devorar, para descansar de ese aroma, dejó atrás su sombrerocolorhistoria (se lo regaló al viento). Ya no olía más.

Se sentó en un café, cruzó las piernas, y lentamente se quitó el sudor de su cara, pidió una copa de Rosemount Estate, lo tomó tan rápido que lo sintió en su sangre de caballero, luego pidió otra copa y ésta casi conoció toda su garganta y parte de sus amígdalas, ya en la tarde cuando el sol se posó sobre su cuerpo sintió el mismo olor de antes, desesperado buscando con sus ojos no veía el origen del olor. Decidió salir con su olfato inundado por el aroma, buscando por las calles aquella esencia que profanaba su interior, corrió y corrió siguiendo lo que olía a fresa madura, pasó por la casa de don Manuel, por la finca de los zapata hasta llegar al río.

Tendría que pasarlo para alcanzar lo que tanto había buscado, buscó como dibujando un puente imaginario, pero no encontró nada en qué atravesar el caudal de caballos de agua. Desesperado se arrojó al río y sintió que era dueño del olor, dándose cuenta que en la limpieza del agua veía su sombra, un reflejo oscuro de su interior, pero la corriente, tan fuerte en invierno, arrastró su cuerpo ya sin vida río abajo. Sin poder entender que su sombra olía a fresa madura.

lunes, 6 de octubre de 2008

apaga la luz

Existía en un pasado cuando todavía olía a tiempo, cuando en los ojos de quien no miente se veía la tristeza con sabor a chocolate, se sentía la mezcla de indecencia y octubre con el resto de tu cuerpo y el mío.

Alma que se pierde en la luz, selva que devora los perdidos corazones, agua que evapora la sonrisa de cuando nos encontramos en tactos desconocidos, donde mi timidez y tu calor volaban a lo lejos, un desierto tal vez, pero querías menos luz- apaga la luz-me decías y buscábamos entre nuestros ombligos como descubriendo América,- que apagues la luz- y yo corría cada vez más por tus continentes y me decías: lento, en la agitación de un silencio que nos hacia sentir bien, con tus palmas maduras hacías reflexionar mi piel y entre golpes de labios contabas historias de marinos y ladrones que escuchaba atento, cobijado por tu voz pensaba en decir te amo… pero querías apagar la luz y me da miedo la oscuridad, porque no te veo, ni con mis manos te veo y quiero verte, sentir con tu edad que dobla mi sabiduría, seguirte, para dejar crecer mi filosofía y sólo estar para ti, con mis años que todavía no pasan el tiempo, saborear tus labios añejos y duros.

Me gusta tu desorden, los libros que se coagulan con el vino y dan un aspecto de sangre infinita a toda tu casa, tu refugio de la realidad, esa mandarina gigante que odias y me encanta cuando odias, porque es como si amaras pero con más pasión, y otra vez que apague la luz. Me gusta la noche con la luz de la luna, pero la luna se esconde tras la pared de tu casa y queda en total oscuridad. Me gusta la luz y detesto la luz.

Pinto en un óleo de letras tu sonrisa, tus ojos, tu pelo, tu desnudez, tu alma, tu sonrisa, tu mirada, tu pasión, tu sonrisa, tus rodillas, ella, tú y tu sonrisa. Me encanta tu sonrisa, no es misteriosa, ni es roja sólo es pequeña. Se que te gusto, pero cuando estamos lejos de todo ese color naranja que repugnas-apaga la luz- dictas con tu voz segura de dictar.

Cuando estoy solo siempre estoy contigo, a veces pienso que soy la ficha de tu juego de cuadros blancos y negros, me dan celos cuando en esa naranjada fruta te veo con ellos, que uno tras otro dejaron de ver la luna, porque su tiempo se hizo mío, y con mi tacto dejaron de ver que su corazón seguía latiendo, eres para mí, nuestros cuerpos se amarran empezando con las miradas, después los labios y por último el deseo.

Pero quieres que apague la luz si yo quiero seguir viendo, seguir sintiendo, seguir amando en silencio, dejar que pase el tiempo para crecer y ser como ellos, por eso soy paciente y espero a que llegue el día en que al fin pueda conocerte.

Por favor no apagues la luz.