Existía en un pasado cuando todavía olía a tiempo, cuando en los ojos de quien no miente se veía la tristeza con sabor a chocolate, se sentía la mezcla de indecencia y octubre con el resto de tu cuerpo y el mío.
Alma que se pierde en la luz, selva que devora los perdidos corazones, agua que evapora la sonrisa de cuando nos encontramos en tactos desconocidos, donde mi timidez y tu calor volaban a lo lejos, un desierto tal vez, pero querías menos luz- apaga la luz-me decías y buscábamos entre nuestros ombligos como descubriendo América,- que apagues la luz- y yo corría cada vez más por tus continentes y me decías: lento, en la agitación de un silencio que nos hacia sentir bien, con tus palmas maduras hacías reflexionar mi piel y entre golpes de labios contabas historias de marinos y ladrones que escuchaba atento, cobijado por tu voz pensaba en decir te amo… pero querías apagar la luz y me da miedo la oscuridad, porque no te veo, ni con mis manos te veo y quiero verte, sentir con tu edad que dobla mi sabiduría, seguirte, para dejar crecer mi filosofía y sólo estar para ti, con mis años que todavía no pasan el tiempo, saborear tus labios añejos y duros.
Me gusta tu desorden, los libros que se coagulan con el vino y dan un aspecto de sangre infinita a toda tu casa, tu refugio de la realidad, esa mandarina gigante que odias y me encanta cuando odias, porque es como si amaras pero con más pasión, y otra vez que apague la luz. Me gusta la noche con la luz de la luna, pero la luna se esconde tras la pared de tu casa y queda en total oscuridad. Me gusta la luz y detesto la luz.
Pinto en un óleo de letras tu sonrisa, tus ojos, tu pelo, tu desnudez, tu alma, tu sonrisa, tu mirada, tu pasión, tu sonrisa, tus rodillas, ella, tú y tu sonrisa. Me encanta tu sonrisa, no es misteriosa, ni es roja sólo es pequeña. Se que te gusto, pero cuando estamos lejos de todo ese color naranja que repugnas-apaga la luz- dictas con tu voz segura de dictar.
Cuando estoy solo siempre estoy contigo, a veces pienso que soy la ficha de tu juego de cuadros blancos y negros, me dan celos cuando en esa naranjada fruta te veo con ellos, que uno tras otro dejaron de ver la luna, porque su tiempo se hizo mío, y con mi tacto dejaron de ver que su corazón seguía latiendo, eres para mí, nuestros cuerpos se amarran empezando con las miradas, después los labios y por último el deseo.
Pero quieres que apague la luz si yo quiero seguir viendo, seguir sintiendo, seguir amando en silencio, dejar que pase el tiempo para crecer y ser como ellos, por eso soy paciente y espero a que llegue el día en que al fin pueda conocerte.
Por favor no apagues la luz.
lunes, 6 de octubre de 2008
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