sábado, 20 de diciembre de 2008

Silencio.

Cuando estoy triste, silencio.

Cuando tomo vinotinto, silencio.

Cuando pienso, silencio.

Cuando camino, silencio.

Cuando escribo, silencio.

Cuando estoy solo, silencio.

Cuando Cortázar, silencio.

Cuando callo, silencio.

Cuando escucho, silencio.

Cuando Poe, silencio

Cuando odio, silencio.

Cuando música, silencio.

Cuando no entiendo, silencio.

Cuando cierro mis ojos, silencio.

Cuando Baudelaire, silencio.

Cuando mi papá, silencio. 

Cuando Bumbury, silencio.

Cuando nada, silencio.

Cuando vos…

Hablo. 

 

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Santiago Rodas Quintero.

Me gusta sentarme en el piso a no pensar y mirar las nubes, soy capaz de tomarme 4 cervezas escuchando héroes del silencio, me puedo esconder debajo de los muebles si es necesario, puedo decir muchas mentiras hasta que me crean, hablo mucho, me gusta la descalces y puedo subirme a los techos a espiar a las palomas, se andar a pie y en bicicleta, no se andar en motocicleta ni en automóvil, me gustan las caricaturas de los sábados en la mañana, beso pocas veces en la mejilla, me gustan los abrazos, puedo bailar rock and roll de día, considero el bañarme más ritual que limpieza, me gustan los cuentos y prefiero leerlos en papel que en pantalla, creo en las palabras y no en dios por eso me gusta escribirlo en minúscula, algunas veces me gusta esperar, intento escribir, suelo inventarme el amor en las mujeres y también inventarme a las mujeres, se montarme en los árboles de guayaba y odio al padre chucho con todo mi corazón, colecciono tapas de vino, me gusta tener cosas que recojo en la calle, me gusta el punk mientras más podrido mejor, soy muy raro y la gente me lo recuerda bastante, me gusta la ropa de los viejos, sobretodo los sombreros y nunca he podido robarme uno, una vez me dormí en un circo, me gustan las clavículas de la gente, me escondo fácilmente, nunca fui bueno jugando fútbol, puedo reírme de mí, me da mucho miedo de las guadañadoras, me gustan los videojuegos en especial los de nintendo, me gusta el indie, me gusta leer lo que mis amigos escriben y me gusta que mis amigos lean lo que escribo, se que es una caramañola, no me gusta decir adios, me gustan los comics, nunca e estado descalzo en el parque de los pies descalzos, me gustaba mucho mi walkman y mis casetes de limpbizquit, cogí un globo alguna vez, las ranas me parecen muy mágicas, me gusta dormir en cama de mis padres cuando no están y mirar las tiras cómicas del periódico, no se hablar ingles ni otros idiomas, hay días que me gusta tomar fotos, me gusta ir a los conciertos y me gusta le reggae, puedo cerrar los ojos cuendo escucho una buena canción, me gusta la noche y la luna y en este momento estoy pensando en que hacer. 

sábado, 13 de diciembre de 2008

En la orilla

mi intención no es sobornarte con la mentira del dolor, sólo te estoy dando un poco de mí, una esencia que se perdió en las letras, alguna verdad hecha gramática, empiezo mi dedicatoria diciéndote que te espero volver a ver, volver a encontrarme con tu olor, con tus labios, con tus misterios, con tu sexo, volver a sentir tu recuerdo que me trastorna, que me llama, que me insita a recordar ese día, te espero siempre en el mismo lugar, a la misma hora, en el lugar pactado, al lado del mar esperado que una ola se derrita en el cigarrillo que fumo, en las botas que llevo, en la gabardina vieja que tanto te gusta. intento con este regalo que me recuerdes, que me sientas tan dentro que se te olvide la guerra, la violencia, la sangre de aquel que intento liberar, la piel de quien intentó tenerte, la bendición del barco que inundándose gritó tu nombre, te espero, te reclamo como mía, este es sólo un presente para recordarte que existo, para recordarte que te amo, que te espero, que te necesito,  que te quiero, dibujar con mis tintas de luz, de oscuridad, mis tintas, tus labios, espero recibas este presente a tiempo, cuando aún todavía estés con vida. Con amor tu amado.

Así decía la dedicatoria del libro que encontré, tirado en el mar, con las hojas arrugadas por la sal, totalmente intacto y en su empaque original, no quiero ni pensar para quien era, ni quien lo escribió, sólo sé que fue hace mucho tiempo, en la época donde todavía existía el amor.  

viernes, 12 de diciembre de 2008

miércoles, 10 de diciembre de 2008

burbujas

las burbujas siempre explotan, obviamente necesitan respirar.

lunes, 8 de diciembre de 2008

EL LADRÓN ROJO.

Un asunto lo inquietaba, no sabía el por qué, ni cómo, pero ya no era suyo, lo había perdido, ya no lo sentía. Un vacío lo llenaba de silencio, de frío, hasta el desespero por encontrar, eso que ya no estaba, eso que ya no sentía.  

Él trabajaba siempre de noche para que las personas no despertaran asustadas o desubicadas buscando afuera de sus sueños ese vacío inexplicable en sus pechos, primero empezaba por escoger sus victimas, mujeres jóvenes de labios gruesos, ojos marinos y lo más importante: de senos firmes; caminaba hasta encontrar alguna que llamara su atención y la seguía con el sigilo del viento hasta que estuviera en la seguridad de su casa ahí dejaba que sus ojos se cerraran y dejaran entrar de a poco el sueño en sus almas, entraba en la casa de la mujer más despacio que el tiempo, al llegar a la habitación tomaba en sus manos la cara y besaba tan profundamente, tan despacio y con tanto silencio como para dejarla sin aire, esto inmediatamente la adormecía para sumergirla en un profundo estado de amor. Con la dama completamente dormida procedía a desnudarla para sentir su calor y con su cuchillo hacía una delgada línea debajo del seno izquierdo, con su pañuelo rosa limpiaba toda la sangre para luego meter las dos manos en el pecho y sumergirlas hasta llegar al tórax, con mucha calma levantaba una por una cada costilla hasta ver el tierno corazón, lo tomaba y lentamente lo sentía latir entre sus manos. Le deleitaba ver las venas estirarse hasta reventar para dejar el corazón en libertad, dejándolo reposar en su pañuelo rosa para después guardarlo en un frasco lleno de perfume. Disfrutaba tanto este acto que algunas veces se quedaba extasiado viendo el corazón latir dentro del frasco y dejaba pasar las horas de un proceso que era relativamente corto. Luego acomodaba la habitación para dejarla en orden, lo bastante limpia como para jugar con la monotonía y por último para cada mujer dejaba una flor distinta donde antes existía el corazón; ponía las costillas en su lugar y con una pequeña aguja suturaba el corte, con la habitación intacta salía no sin antes dar un beso de agradecimiento a la mujer que al día siguiente  despertaba de ese sueño imposible donde robaban su corazón para seguir su vida cotidiana sin ninguna complicación pero con un sentimiento de vacío, de frió, de desespero.