viernes, 17 de julio de 2009

Sandrita

Su mamá salía a trabajar temprano y esta vez le tocaría cuidar a su hermano menor; ella le dio la bendición y un beso que le dejó el cachete rojo labial y se despidió. El reloj decía que eran las 9:13 am pero ella todavía no sabía leerlo, apagó el televisor y caminó hasta la cuna de su hermano que estaba llorando, lo cargó y con unos golpecitos en su espalda se calmó casi hasta sonreír. Luego volvió a acender el televisor y se sentó con su hermano como si fueran uno solo.

El reloj sonó al medio día pero ella sí lo sabía y además sabía que era hora de hacer de comer, se paró y fue a la cocina, se puso un par de chanclas para no electrocutarse con el fogón, sentó a su hermano a un lado y empezó primero a echar el agua para hacer el arroz, al mismo tiempo que le calentaba un pequeño tetero. Empezó a cortar los tomates pero su hermano empezó a llorar de nuevo, lo cargó lentamente para arrullarlo.

Cuando cesó lo puso de nuevo recostado donde estaba hace un momento pero vio que tenía una mancha roja en un costado, primero pensó en los tomates que había cortado pero vio que estaban del lado contrario, luego empezó a buscar el cuchillo y no lo encontró, miró adentro del lavaplatos pero sólo estaban las papas y las zanahorias, se agachó y miró debajo del poyo y no lo encontró, al pararse sintió un dolor en el costado y se dijo que sólo era el hambre; desesperada tocó a su hermano donde tenía la mancha rojiza y temblando se pasó la mano por su nariz como un perro en una casa nueva, sintió un olor penetrante casi oscuro, después probó con la punta de su lengua y se aseguró que no era el sabor de los tomates. No era un sabor que conocía y sabía bien que los tomates no estaban podridos porque su mamá los había dejado con cuidado al lado del cuchillo que ahora no encontraba y si no aparecía su mamá se iba a enojar y no la dejaría ver más televisión.

Cogió a su hermano para buscar entre la manta en la que estaba envuelto, pero no encontró más que el parche rojo. En ese momento quedó paralizada y con los ojos abiertos como una luna llena. Temblando cada vez más pensaba en las películas que había visto, en que los cuchillos se le meten a la gente y la gente queda tirada pero su mamá le decía que eso era de mentiras, que ya estaba tarde y era hora de dormir; y su hermano ya no lloraba, estaba como dormido y con la mancha que era del mismo color que en las películas, pero si mamá me dijo que…

Salió corriendo de su casa dejando sus chanclas botadas en la entrada y así descalza una cuadra más adelante cayó tendida en la acera con un cuchillo enterrado en el costado.

No hay comentarios: