lunes, 8 de septiembre de 2008

Ella.

Ella es mi esencia, algunas veces mi amante, pero sobre todo ella soy yo.

Camino entre su aluminio, me recuesto en su lomo y me hago a su andar. Ella simplemente me conduce por la vida, por estas calles tan desoladas de nada, y con tantos silencios de nadie, estoy seguro que ella no tiene corazón, ni alma, es sólo que no los necesita.
Ella es fría, siempre húmeda, pero vuela y en un zumbido me habla del viento y su velocidad contra mi lengua seca. Algunas veces me describe el agua que oxida sus lágrimas, otras tantas me reta a muerte con su sombra. En una carrera con un solo ganador. El tiempo.
El metal y la carne no son tan distintos, son parientes lejanos de la alquimia: intercambio equivalente, mientras yo muero en ella, ella vive en mí, y como otras leyes absolutas, a su lado son juegos de hermanos, que translúcidamente sobrepaso.

Lo que he vivido se lo debo a ella, y ella se lo debe a mis piernas y mis piernas a mis ojos y mis ojos a ella; cuando estoy con ella piso el miedo con sus ancas redondas; la adrenalina juzga por su condición la nuestra; con ella es la única con la que he hablado en silencio, la única con la que he desaparecido en alguna luz, la única que me entiende. Ella es la única.

En un segundo caben 100 decía Jaime y yo le creía, yo lo veía, yo me veía, así pasé mi vida hasta ayer, porque hoy continúo solo, pero con ella.

1 comentario:

Natalia Gallo dijo...

Gracias por hacerla mujer, hasta ahora la había pensado, a pesar de su terminación, como hombre. Si ella es su esencia, seguiré leyendo lo que le ha dedicado.